Hubo una vez que el presidente de un país libre y poderoso, presionado por los lobbies bancarios, decidió sacar una ley con la que liberalizar por completo los servicios y la competencia bancaria, lo cual dio ocasión a los banqueros de inventarse productos financieros a base de apalancamientos y derivados para poder atraerse mayores cantidades de capitales y al mismo tiempo poder mover mayores cantidades de capitales que tan sólo iban respaldados por simples "anotaciones en cuenta" como algo completamente legal. Ese sistema liberalizado permitió que se concedieran créditos con mucha facilidad (y en algunos casos hasta con imprudencia e irresponsabidad) y consecuencia de ello se pudieron hacer muchas cosas, activar muchos negocios, haciendo pues que la economía pudiera moverse a todo tren. Funcionó de tal maravilla, que el resto de los países libres lo copiaron, y se aplicaron al mismo nuevo sistema financiero. Eran unos años de prosperidad relativa, consecuencia de las nuevas reglas del juego económico.
Mientras tanto en un país libre del sur de Europa, donde gobernaba un presidente de izquierdas y muy castigado por el desempleo, otro presidente de derechas gana las elecciones. Una de las medidas que toma para combatir el desempleo es bajar los tipos de interés de los bancos para estimular la petición de créditos. Como consecuencia de esta sencilla medida, entre que la Bolsa estaba por los suelos y en el banco no daban apenas nada de interés para remunerar los ahorros, la gente empieza a replantearse invertir sus ahorros en inmuebles (casas o pisos), en un país donde la cultura de la propiedad está muy arraigada. Todos compran lo que encuentran, cuando el precio medio del inmueble eran 100.000 euros, ya que no sale a cuenta invertir sus ahorros en compra de valores bursátiles o dejarlo depositado en la típica libreta a plazo fijo.
Consecuencia de esa actitud compradora, las viviendas empiezan a escasear, con lo cual los vendedores empiezan a subir los precios, hasta alcanzar los 150.000 euros de precio medio. Y como cada vez hay menos inmuebles y es más complicado comprarlos, los bancos alargan la vida media de las hipotecas, que pasan de los 15 años a los 25 años, y así los impulsivos compradores pueden acceder a sus anhelados inmuebles.
Cada vez habían menos inmuebles a comprar, lo cual hace que los albañiles tengan que hacer un sobreesfuerzo exagerado en construir nuevas y más viviendas para satisfacer la demanda de los compradores. Eso hace que en aquel momento el precio medio de la vivienda alcance ya los 200.000 euros de promedio, y como será difícil pagarlo, los bancos alargan aún mucho más las hipotecas, pasando de los 25 años a los 35 años de promedio. Y aún así, esas viviendas tan caras, que año tras año no paran de subir de precio, se venden como churros, e incluso hay gentes que se compran dos, tres y hasta cuatro viviendas, esperando que aún suban mucho más los precios.
La economía va de maravilla con lo cual inevitablemente la Bolsa vuelve a subir sin parar, pero nuevamente gana las elecciones un presidente de izquierdas, que se aprovecha de la abundante circulación de capitales derivado de la buena marcha económica, para subir los tributos y apuntarse a la fiesta del despilfarro con todo tipo de obras públicas.
Nuevamente fueron mermando los inmuebles, lo cual supone más trabajo para albañiles (con importantes subidas de sueldo) y promotores constructores, que no dan abasto para tanta demanda y se produce un flujo muy importante de inmigración hacia ese sector que necesita tanta y tanta mano de obra y no sabe de dónde sacarla. Y se construyen más y más inmuebles para satisfacer la demanda, y ya empiezan a valer un promedio de 250.000 euros, y como es tan complicado disponer de tanto dinero para pagar una vivienda tan cara, los bancos alargan aún más las hipotecas, pasando de los 35 años a los 45 años de promedio, de modo que para pagarte un inmueble, ya tienes que dedicarle prácticamente toda tu vida laboral.
Pero ya cuando unos miles de propietarios empiezan a tener problemas de impago al adquirir tanto inmueble, deciden vender alguna de sus viviendas a un precio más reducido, 200.000 euros, lo mismo que les costó (o menos), con el sencillo argumento en el mercado que todos entienden: "mira haces muy buena compra, valen 250.000 euros, y dentro de poco ya valdrán 300.000 euros, pero yo te lo vendo por 200.000 euros". Con lo cual los últimos en apuntarse a la fiesta de adquirir un inmueble siguen ansiosos en poder comprar, pero como es tanto dinero lo que cuesta, no pasa nada, el banco alarga las hipotecas de los 45 años a los 55 años de promedio, que si no lo puede acabar de pagar el padre con toda su vida laboral y además con pensión de jubilación, ya lo pagará el hijo. Consecuencia de ello, y de esa imparable fiebre compradora se sigue construyendo a todo tren.
Mientras tanto los bancos se iban vaciando de dinero con tanta y tanta hipoteca, teniendo que pedir a otros bancos (aunque fueran extranjeros), los cuales prestaban otros dineros respaldados en productos financieros apalancados y derivados (productos especulativos) que les permitía la nueva normativa de la liberalización financiera,...hasta que llega un momento que alguien de las altas instancias gestoras de algún importante banco se da cuenta de la situación y se pregunta: ¿y dónde está el dinero con lo que está respaldado tal o cual producto apalancado o de derivados?, y mirando a las claras, resulta que no existe ese dinero, y que sólo son simples anotaciones contables. ¡Un descubrimiento de los cojones del que nadie se había dado cuenta en medio de tanta fiesta y orgía de préstamos financieros a todo hijo de Dios!. Total, que los bancos ya no pueden prestar un dinero que no tienen porque no existe, con lo cual el grifo del dinero se cierra porque sencillamente no existe ese dinero para prestar. Y con ello los promotores-constructores ya no pueden ejecutar ni dar forma sin liquidez con los que financiar la construcción de inmuebles. Y de repente en el mercado hay millones de viviendas esperando venderse y otras cientos de miles a medio construir esperando financiación para terminarlas y posteriormente venderlas. Y como en los bancos no hay dinero, no es posible seguir prestando, lo cual de golpe corta toda financiación de inmuebles, que arroja a miles de albañiles al paro, y que deja a otras miles de personas sin hipoteca con la que poder comprar.
Si como dicen los franceses "quand le bâtiment va, tout va" (cuando la construcción va, todo va), al arrojar de repente a millones de albañiles al paro, se producen los daños colaterales: se dejan de comprar coches, se deja de comprar muebles y electrodomésticos con los que proveer a cada inmueble, se deja de comprar ropa y de ir de viaje (lo típico del consumismo), se deja de salir a cenar afuera el fin de semana o de pasarse por el burdel. Con lo cual, aparte del ramo de la construcción, se producen millones de despidos en los demás sectores laborales, cierran docenas de miles de empresas, y el gobierno de izquierdas se ve en un grave aprieto al ver que su recaudación disminuye sin cesar, lo que le obligará a duras políticas de recortes y subidas de impuestos por otros lados. Con lo cual ha empezado una grave crisis económica, seguido de un enorme desempleo, y de una caída generalizada de los valores bursátiles, y con la cual se ha ido empobreciendo el conjunto de la población.
Ahora hay millones de inmuebles vacíos que nadie compra, ni siquiera a mitad de precio o a su cuarta parte de lo que valía en su pico de precio máximo alcanzado. Se han producido cientos de miles de desahucios por impago de la hipoteca. Los bancos que se encontraron vacíos de dinero con tanta fiesta de préstamos sin fin, han tenido que ser rescatados con dinero público y hasta cerrando miles de oficinas al ya no poder ofrecer servicios financieros, y la deuda pública del Estado alcanza los niveles escandalosos más altos nunca vistos.
Se salvaron de la fiesta aquellos que dijeron: "mira, me costó 100.000 euros, y cuando lo vendí, los precios estaban a 250.000 euros con la perspectiva de que subieran a 300.000 euros, pero lo vendí a 200.000 euros. Total, que con una inversión de 100.000 euros, gané otros 100.000 euros limpios. Y ahora que los precios han bajado nuevamente a 100.000 euros y nadie compra, igual podría volver a comprar y ya ser dueño de 2 inmuebles sin haber perdido nada, pero mejor que esos 100.000 euros se queden en algún paraíso fiscal. Fue el mayor pelotazo que pude hacer en mi vida, pero eso ya no se volverá a repetir. ¡Qué tiempos aquellos!".
Los demás, todos arruinados y endeudados con un inmueble que no vale ni la mitad de lo que les costó, y encima asumiendo un panorama económico en el cual se han bajado los salarios, los impuestos han subido aún más, hay un enorme desempleo y precariedad laboral crónicos, y encima los servicios públicos peores, recortados, y con un ambiente de corrupción política por todos los lados.
Esta es la historia del pelotazo español. Y ahora ya tienen una explicación clara y resumida de lo que pasó en España.
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